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tembló la tierra; también se derramaron los cielos ante la presencia de Dios; el Sinaí mismo {tembló} delante de Dios, el Dios de Israel. Pero el SEÑOR es el Dios verdadero; El es el Dios vivo y el Rey eterno. Ante su enojo tiembla la tierra, y las naciones son impotentes ante su indignación.
Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al sembrador y pan al que come, Dios dio la tierra
Dios castiga la tierra. 24 Isaías dijo: «¡Dios va a convertir la tierra en un desierto! ¡Todos sus habitantes se dispersarán! 2 A todos les pasará lo mismo: al sacerdote y al pueblo, a los amos y a los esclavos, al que compra y al que vende, al que presta y al que pide prestado, al rico y al pobre. 3 ¡La tierra quedará totalmente arruinada!
En aquella ocasión, la voz de Dios sacudió la tierra, pero ahora ha prometido: «Una vez más sacudiré no solo la tierra, sino también el cielo.». Y esta frase, «Una vez más», significa que las cosas movibles, es decir, las cosas hechas, serán removidas para que permanezcan las inconmovibles.
Se han reunido los príncipes de los pueblos {como} el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los escudos de la tierra; El es ensalzado en gran manera. Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y todo lo que en él hay, tú lo fundaste.
Nada más que lo que lo alejaría de Dios. Menos que nada temería lo que está destinado a acercarlo más a Dios. Pero este es el verdadero propósito por el cual Dios sacude la tierra: romper las puertas de nuestra prisión terrenal y las cadenas que nos atan a la tierra.
Dios es grande en poder y sabiduría, ¿quién podrá hacerle frente y salir bien librado? Dios, en su furor, remueve las montañas; las derrumba, y nadie se da cuenta. Él hace que la tierra se sacuda y que sus bases se estremezcan. Él ordena al sol que no salga, y a las estrellas, que no brillen.
